viernes, 24 de abril de 2009

MEMORIA HISTORICA

Hoy 24 de abril de 2009, setenta años después del asesinato de mi abuelo, en su memoria y en la de miles de hombre y mujeres que honestamente defendieron la libertad, como valor fundamental, quiero dejar para siempre mi humilde homenaje en este espacio virtual del que hoy disponemos... Internet.

Memoria histórica: JUSTO GONZÁLEZ MÁRQUEZ

Hace setenta años fue ejecutado, en las inmediaciones del cementerio de Almería, mi abuelo, Justo González Márquez, un hombre nacido en Gergal y que ejercía como empleado del Registro de la Propiedad de este pueblo. Cabe destacar que, según todas las señas, entendía la política como una herramienta útil tanto para el entendimiento de las personas como para que su pueblo progresara. En ese sentido quedan vestigios de que en su corta vida, apenas 47 años, tuvo siempre opinión y responsabilidades dentro del municipio: Concejal, Alcalde, Juez accidental, Recaudador de impuestos etc, siempre se mostró fiel al Estado legalmente constituido de la República, y se colocó dentro de la Izquierda política … Con el golpe de Estado franquista de manera torticera, inmoral, injusta, ilegal y cobarde fue ajusticiado a través de uno de esos “juicios sumarísimos y/o consejo de guerra”; en menos de treinta días fue cruelmente asesinado. Desconocemos donde están sus restos. Aquí acaba tristemente la historia, la vida, de una buena persona y comienza el calvario de toda una familia. Mujer y cinco hijos, el mayor de 21 años, en la cárcel por “auxilio a la rebelión” y condenado a reclusión perpetua.. El resto menores y en desamparo. Una tragedia de las tantas que hubo tras el golpe de Estado franquista.
De mi abuelo me han contado, algunos lugareños, que al terminar el sangriento y largo golpe de estado fue aconsejado a que abandonara España, pero fiel a sus convicciones y convencido de no estar deudor de nada y de haber actuado correctamente, desechó esa posibilidad. A los pocos días, a comienzos de abril de 1939, fue denunciado/detenido y tras pasar unos días en la cárcel de Gergal lo trasladaron a la de Almería. El 24 de abril le fue notificada la pena máxima, “enterado el generalísimo”, que se aplicaría a la una del 25 de abril de 1939. El juicio sumarísimo al que fue sometido fue breve, tres testigos, el informe de la “autoridad local”, algún documento encontrado en su casa sobre su pertenencia a la UGT, dinero “rojo” más la incalificable opinión del párroco. Conciso en la misma proporción que cruel la sentencia. En los días que estuvo retenido en la cárcel de Gergal, en unas cuartillas que llevaba en la chaqueta, y con un lápiz, dejó escrito su mejor declaración sobre los hechos que le imputaban. Siendo consciente que su posibilidad de defensa, posiblemente fuera nula, plasmó por escrito “el que encuentre esto que lo dé a mi mujer o a mis hijos y que lo guarden hasta que halla ocasión de publicarlo”.
Ahora se cumple el setenta aniversario de su ejecución y, sin rencor, remordimiento, ni resentimiento alguno, pero sin renunciar a defender, con total contundencia, la dignidad humana y desde luego la de mi abuelo y de miles y miles más. Quiero cumplir el deseo que él dejó escrito y que las vicisitudes de la vida lo han impedido: que vea la luz todo su testimonio manuscrito, y la “formalidad” que sirvió como base de su asesinato: “Proceso sumarísimo de guerra”. Así poder comprobar la infamia e injusticia que se hizo.
No es difícil entender como se ha llegado hasta aquí, setenta años después, sin que haya decidido hablar y publicitar tanto su escueto pero contundente legado manuscrito, su única defensa, como la copia de su Proceso Sumarísimo.
Únicamente resaltaré alguna cosa; tuve que llegar a más de 45 años para que mi tía me permitiera conocer los manuscritos de mi abuelo, mi padre falleció en 1975 sin conocerlos, el calvario por el que tuvo que pasar la familia, después de asesinar a mi abuelo sólo es comparable con el de miles y miles de familias de hombres y mujeres honestas y honradas que han tenido que sufrir lo indecible durante la dictadura franquista, su única falta: ser rojos, ser republicanos.
Mi padre, Justo González Espinar, vivió hasta los 56 años soñando con volver a vivir en libertad, nunca atendió las noticias, jamás escuchó el himno nacional al finalizar la sesión de la TV, y todos los abriles de su vida fueron dolientes y oscuros, no hablaba, quería estar solo, nunca dio explicación. Mi cumpleaños, casualmente, es el 24 de abril; nunca se celebró en mi casa.
En el verano de 2008 tuvimos la oportunidad de conocer el “Proceso del Consejo de Guerra Sumarísimo” por el que fue “juzgado”, gracias a una de esas casualidades de la vida; un estudioso de nuestra historia. Desgraciadamente hoy en España han desaparecido miles de expedientes de procesos de los años franquistas y la gran mayoría restante están totalmente herméticos para las familias y los investigadores.
Dos cosas me restan expresar:
La primera, insistir que la Democracia española junto a la iglesia católica tienen una asignatura pendiente: Ofrecer todos sus archivos, medios y su colaboración para que los estudiosos describan, sin eufemismos, lo que ocurrió, entre el 18 de julio de 1936, golpe de Estado franquista, y la muerte del dictador en noviembre de 1975. Igual que los alemanes asumen su tremendo pasado nazi, nosotros también hemos de asumir el franquismo y sus crímenes.
La segunda, quisiera con estas humildes letras, en este diario de las tierras en las que creció mi familia paterna, gritar y reivindicar con todas mis fuerzas, la honestidad de mi abuelo Justo González Márquez. Haciéndolo extensivo a los miles y miles de hombres y mujeres que como él y su hijo Justo González Espinar, mi padre, condenado a la pena de reclusión perpetúa, son la esencia de la Democracia que hoy disfrutamos.
En memoria de todos los hombres y mujeres que el dictador, “enterado”, mandó ejecutar, y, aprovechando las nuevas tecnologías ofrezco un ejemplo de la dureza y crueldad de la dictadura franquista: A aquellos que le interese conocer, a través de un testimonio real, parte de nuestra memoria historia tienen a su disposición las cuartillas escritas por Justo González Márquez en la cárcel de Gergal antes de ser ejecutado, así como el conjunto de su Proceso del Juicio Sumarísimo. Pueden encontrarlo en el Blog que lleva su nombre y cuya dirección es
justogonzalezmarquez@blogspot.com

Justo González Serna
justogonzalezserna@gmail.com






13 comentarios:

  1. Hoy 8 de Agosto de 2009 la Diputación Provincial de Huelva ha anunciado que hace publico, de forma digitalizada, los miles de PROCESOS SUMARÍSIMOS que dispone para el conocimiento de familiares y estudiosos... Un paso de gigante que reclamamos desde este Blog.. Me lleno de orgullo y alegría al observar que miles de ciudadanos van a poder restituir de manera pública y formal su dignidad. Aún siendo muy tarde, setenta años, merece la penas pue servirá de ejemplo a las generaciones futuras.. Se podrá recoonocer que es ser un criminal...

    ResponderEliminar
  2. Hoy 11 de Marzo 2010 se publica en el diario "el País" un artículo de Santos Juliá sobre los archivos de la etapa más larga y cruenta de la historia de España en el siglo XX.Merce la pena leerlo.. Nosotros tuviomos suerte.. 70 años después conocimos la pequeña y triste historia de mi abuelo.. No fue un criminal.. fue un buen hombre asesinado por Franco y los fascistas.

    http://www.elpais.com/articulo/portada/archivos/elpepipor/20100311elpepicul_2/Tes/

    "Aquellos archivos olían a un pasado remoto", escribió el que fuera gobernador civil de Barcelona, Salvador Sánchez-Terán, justificando con esas palabras el cumplimiento de la orden recibida en abril de 1976 de destruir todos los papeles conservados en la Jefatura Provincial del Movimiento bajo su mando. Con semejante criterio, da grima imaginar qué hubiera ocurrido si, por oler a un pasado cientos de años más remoto, algún gobernador de Sevilla hubiera recibido de su ministro la orden de destruir los papeles del Archivo de Indias y la hubiera cumplido.


    Memoria de los esclavos de Franco

    La Recuperación de la Memoria Histórica
    A FONDO


    Ver cobertura completa


    La noticia en otros webs
    webs en español
    en otros idiomas
    No hay historia sin archivos y de aquella destrucción a este traslado de documentación sobre campos de concentración procedente del Tribunal de Cuentas al Archivo General de la Guerra Civil, un largo y tortuoso camino han tenido que recorrer -y lo que aún queda- decenas de historiadores para reconstruir las páginas más terribles de la historia de España del siglo XX: la represión desencadenada desde el mismo momento de la rebelión militar de julio de 1936 y durante los largos años de posguerra. Represión que tuvo diversos nombres pero un único objetivo: arrancar desde la raíz los males que habían infectado el cuerpo de la patria, entre ellos, el liberalismo, el socialismo, el anarquismo, la masonería, el comunismo...

    En el camino de la reconstrucción, hemos pasado de la búsqueda, tantas veces a ciegas, de las huellas de ese pasado a disponer en las pantallas de los ordenadores de los expedientes de la Causa General. Mientras archivos tan sensibles como los de la Guardia Civil permanecen cerrados a la investigación, hay archivos militares que no sólo han abierto sus puertas, sino que han clasificado, ordenado y digitalizado partes de sus fondos y han facilitado la creación de bases de datos de los consejos de guerra que enviaron a la muerte a decenas de miles de españoles leales a la República. Ha sido un camino sembrado de obstáculos en el que durante años rigió la discrecionalidad, solo remediada por el empeño de nuevas generaciones de archiveros e historiadores que han documentado la magnitud y profundidad de la represión sobre la que se erigió el nuevo Estado. Pero hasta fechas recientes, hemos carecido de una política de Estado sobre archivos de la Guerra Civil y de la dictadura.

    La Ley 52/2007, llamada de Memoria Histórica, ha querido remediar esta situación disponiendo que todos los documentos referidos a la Guerra Civil y a la represión subsiguiente, sitos en museos, bibliotecas o archivos de titularidad estatal, sean depositados en el Archivo General de la Guerra Civil, con sede en Salamanca. A esta nueva política, sostenida con eficacia y tesón por la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas, obedece el traslado de estos fondos del Tribunal de Cuentas y de ella tendría que derivarse la elaboración de un libro blanco o informe general sobre la situación actual de los archivos de titularidad estatal -fuerzas armadas y de orden público incluidas- que marque líneas de actuación futura y establezca las condiciones de consulta de papeles todavía hoy inaccesibles.

    ResponderEliminar
  3. Hoy 24 de abril de 2010, un año después de impulsar este blog, una nueva casualidad; en muchas ciudades españolas y de manera especial en la capital, Madrid,se manifiestan cientos de miles de personas "contra la impunidad del franquismo". Todos los medios de comunicación se hacen eco de la movilización social que ha supuesto la inexplicable actuación del Tribunal Supremo.. Como no podía ser de otra forma me sumo sin condiciones a estas personas.

    ResponderEliminar
  4. Setenta y un año después el Ministerio de Defensa aírea parte de los restos de los procedimientos.. no está mal. Reitero la necesidad de que este País, que quiere serlo, tiene que ganarse, día a día, su dignidad.Por tanto debe avanzar resoviendoalguna de sus asiganturas pendientes... Una de ellas es su Historia sin eufemismos..
    http://www.elpais.com/articulo/espana/consejos/guerra/salen/catacumbas/elpepinac/20100704elpepinac_15/Tes/

    ResponderEliminar
  5. Muy interesante
    http://www.elpais.com/articulo/opinion/Rescate/memoria/historica/elpepiopi/20110315elpepiopi_10/Tes

    ResponderEliminar
  6. Los nietos Manuel Vicent "El País"
    Enero/2012
    http://www.elpais.com/articulo/ultima/nietos/elpepiult/20120129elpepiult_1/Tes

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Los nietosde ELPAIS.com - Sección Opinión de MANUEL VICENT
      Tienen menos de 30 años. Nacieron cuando Franco ya había muerto. Para unos era solo el nombre de un fantasma que se pronunciaba con un rencor envasado en la sobremesa familiar; para otros ni siquiera eso, un par de líneas en la asignatura de Historia. Son los nietos del desastre de la guerra civil. Durante la primera etapa de la Transición todavía jugaban con muñecas, iban al parque con patines y adornaban con pegatinas de Snoopy las tapas de sus cuadernos. Después comenzaron a oír por todas partes que en España la salida de la dictadura había sido una obra maestra de la democracia y que el resto del mundo admiraba ese milagro. Sus padres, si eran de izquierdas, callaban, lo daban por bueno; si eran de derechas, lo celebraban como una conquista propia; pero algunos maestros explicaron a estos jóvenes que la Transición tan modélica solo había sido un pacto tácito entre dos miedos. Muerto el dictador, la derecha creía que los comunistas tenían minadas todas las alcantarillas de la sociedad; en cambio, la izquierda temía que los militares podían levantarse cualquier día para plancharla de nuevo. Se produjo un difícil equilibrio entre las dos fuerzas contrarias, cada una con las heridas del pasado abiertas todavía. Ambos bandos se neutralizaron mutuamente con un deseo inapelable: todo menos matarse otra vez, cualquier engendro político es preferible a otra tragedia. La izquierda sumida en un complejo de Estocolmo cedió mucho más en este equilibrio inestable. Las cunetas y barrancos estaban llenos de ejecutados que lucharon en el bando republicano. Desde la postguerra sus hijos no habían osado romper el silencio al que fueron obligados ni habían logrado sacudirse el terror de encima, pero habían conquistado derechos y amnistías, escaños en el Parlamento e incluso el poder en el Gobierno. Hay que dejarlo correr, dijeron. Pero los nietos de la izquierda, que no conocieron la dictadura, no se sienten obligados por el subconsciente a agradecer nada. Quieren que sus antepasados enterrados en barrancos y cunetas sean exhumados con honor para que sus almas reposen en paz y no vaguen como una sombra negra sobre la memoria colectiva. No se trata de política. Es solo una moral: están representando sin complejos la tragedia de Antígona.

      Eliminar
  7. Muy interesante.. si mi opinión sobre el Juez Garzón no puede ser más negativa, no me duelen prendas decir; que siempre la democracia española, y la gente de bien, le agradeceremos que oportunamente, setenta años después, abra la oportunidad de hablar sobre los crímenes del franquismo.

    ResponderEliminar
  8. http://www.elpais.com/articulo/espana/Relato/horror/franquista/Supremo/elpepinac/20120202elpepinac_2/Tes

    ResponderEliminar
  9. Es conocida mi antipatía a este Juez.. Pero aquí toma postura razonable..

    http://www.elpais.com/articulo/opinion/Paradojas/juicio/elpepiopi/20120203elpepiopi_1/Tes

    ResponderEliminar
  10. http://www.youtube.com/watch?v=tXEkB5xjlTQ
    Un vídeo de apoy a un Juez, que con toda la polémica que se quiera, en este caso actuó correctamente en un tema que es, sin duda, la asigantura pendiente de España..Parece razonable que 70 años después nos presentemos a examen

    ResponderEliminar
  11. Hoy 29 de Agosto de 2012 sobre las 17 horas hace 37 años (1975) perdí a mi Padre..Teniendo 18 años me desorienté..TODO cambió. Joven comencé un calvario..Me costó, bueno lo intenté,con mucho esfuerzo ...Luego vinieron más desgracias..La vida. Mi recuerdo a quien tanto eché de menos..Y sigo echando.. Seguramente moriré con una lesión irreparable..

    ResponderEliminar
  12. Algunas veces en las conversaciones en voz baja que sobre la guerra en el pueblo se tenían en la familia oí el nombre de Justo. Supongo que se trataba de tu abuelo. Poco pude aclarar puesto que nadie hablaba con demasiada claridad (el miedo de los vencidos). Poco a poco voy aclarando algo de todo lo pasado en el pueblo durante esos años.
    Toda mi familia era de Gérgal aunque emigraron a Melilla en los años 20.

    ResponderEliminar