Memoria histórica: JUSTO GONZÁLEZ MÁRQUEZ
Hace setenta años fue ejecutado, en las inmediaciones del cementerio de Almería, mi abuelo, Justo González Márquez, un hombre nacido en Gergal y que ejercía como empleado del Registro de la Propiedad de este pueblo. Cabe destacar que, según todas las señas, entendía la política como una herramienta útil tanto para el entendimiento de las personas como para que su pueblo progresara. En ese sentido quedan vestigios de que en su corta vida, apenas 47 años, tuvo siempre opinión y responsabilidades dentro del municipio: Concejal, Alcalde, Juez accidental, Recaudador de impuestos etc, siempre se mostró fiel al Estado legalmente constituido de la República, y se colocó dentro de la Izquierda política … Con el golpe de Estado franquista de manera torticera, inmoral, injusta, ilegal y cobarde fue ajusticiado a través de uno de esos “juicios sumarísimos y/o consejo de guerra”; en menos de treinta días fue cruelmente asesinado. Desconocemos donde están sus restos. Aquí acaba tristemente la historia, la vida, de una buena persona y comienza el calvario de toda una familia. Mujer y cinco hijos, el mayor de 21 años, en la cárcel por “auxilio a la rebelión” y condenado a reclusión perpetua.. El resto menores y en desamparo. Una tragedia de las tantas que hubo tras el golpe de Estado franquista.
De mi abuelo me han contado, algunos lugareños, que al terminar el sangriento y largo golpe de estado fue aconsejado a que abandonara España, pero fiel a sus convicciones y convencido de no estar deudor de nada y de haber actuado correctamente, desechó esa posibilidad. A los pocos días, a comienzos de abril de 1939, fue denunciado/detenido y tras pasar unos días en la cárcel de Gergal lo trasladaron a la de Almería. El 24 de abril le fue notificada la pena máxima, “enterado el generalísimo”, que se aplicaría a la una del 25 de abril de 1939. El juicio sumarísimo al que fue sometido fue breve, tres testigos, el informe de la “autoridad local”, algún documento encontrado en su casa sobre su pertenencia a la UGT, dinero “rojo” más la incalificable opinión del párroco. Conciso en la misma proporción que cruel la sentencia. En los días que estuvo retenido en la cárcel de Gergal, en unas cuartillas que llevaba en la chaqueta, y con un lápiz, dejó escrito su mejor declaración sobre los hechos que le imputaban. Siendo consciente que su posibilidad de defensa, posiblemente fuera nula, plasmó por escrito “el que encuentre esto que lo dé a mi mujer o a mis hijos y que lo guarden hasta que halla ocasión de publicarlo”.
Ahora se cumple el setenta aniversario de su ejecución y, sin rencor, remordimiento, ni resentimiento alguno, pero sin renunciar a defender, con total contundencia, la dignidad humana y desde luego la de mi abuelo y de miles y miles más. Quiero cumplir el deseo que él dejó escrito y que las vicisitudes de la vida lo han impedido: que vea la luz todo su testimonio manuscrito, y la “formalidad” que sirvió como base de su asesinato: “Proceso sumarísimo de guerra”. Así poder comprobar la infamia e injusticia que se hizo.
No es difícil entender como se ha llegado hasta aquí, setenta años después, sin que haya decidido hablar y publicitar tanto su escueto pero contundente legado manuscrito, su única defensa, como la copia de su Proceso Sumarísimo.
Únicamente resaltaré alguna cosa; tuve que llegar a más de 45 años para que mi tía me permitiera conocer los manuscritos de mi abuelo, mi padre falleció en 1975 sin conocerlos, el calvario por el que tuvo que pasar la familia, después de asesinar a mi abuelo sólo es comparable con el de miles y miles de familias de hombres y mujeres honestas y honradas que han tenido que sufrir lo indecible durante la dictadura franquista, su única falta: ser rojos, ser republicanos.
Mi padre, Justo González Espinar, vivió hasta los 56 años soñando con volver a vivir en libertad, nunca atendió las noticias, jamás escuchó el himno nacional al finalizar la sesión de la TV, y todos los abriles de su vida fueron dolientes y oscuros, no hablaba, quería estar solo, nunca dio explicación. Mi cumpleaños, casualmente, es el 24 de abril; nunca se celebró en mi casa.
En el verano de 2008 tuvimos la oportunidad de conocer el “Proceso del Consejo de Guerra Sumarísimo” por el que fue “juzgado”, gracias a una de esas casualidades de la vida; un estudioso de nuestra historia. Desgraciadamente hoy en España han desaparecido miles de expedientes de procesos de los años franquistas y la gran mayoría restante están totalmente herméticos para las familias y los investigadores.
Dos cosas me restan expresar:
La primera, insistir que la Democracia española junto a la iglesia católica tienen una asignatura pendiente: Ofrecer todos sus archivos, medios y su colaboración para que los estudiosos describan, sin eufemismos, lo que ocurrió, entre el 18 de julio de 1936, golpe de Estado franquista, y la muerte del dictador en noviembre de 1975. Igual que los alemanes asumen su tremendo pasado nazi, nosotros también hemos de asumir el franquismo y sus crímenes.
La segunda, quisiera con estas humildes letras, en este diario de las tierras en las que creció mi familia paterna, gritar y reivindicar con todas mis fuerzas, la honestidad de mi abuelo Justo González Márquez. Haciéndolo extensivo a los miles y miles de hombres y mujeres que como él y su hijo Justo González Espinar, mi padre, condenado a la pena de reclusión perpetúa, son la esencia de la Democracia que hoy disfrutamos.
En memoria de todos los hombres y mujeres que el dictador, “enterado”, mandó ejecutar, y, aprovechando las nuevas tecnologías ofrezco un ejemplo de la dureza y crueldad de la dictadura franquista: A aquellos que le interese conocer, a través de un testimonio real, parte de nuestra memoria historia tienen a su disposición las cuartillas escritas por Justo González Márquez en la cárcel de Gergal antes de ser ejecutado, así como el conjunto de su Proceso del Juicio Sumarísimo. Pueden encontrarlo en el Blog que lleva su nombre y cuya dirección es justogonzalezmarquez@blogspot.com
Justo González Serna
justogonzalezserna@gmail.com